jueves, marzo 08, 2018

Aprender a mirarse cada mañana al espejo, a decir NO, a creer en un mundo mejor

Mi nombre es Andres, Andreu, Andrew, Andrius, Sito o Andresito, y sí, el género es masculino, hombre, varón, macho, a veces “–te”, siempre motes ligados a la testosterona y virilidad, en fin el sexo de la flecha y ya.
Nací en el 68, año de revoluciones y movimientos sociales, no solo aquí, si no a nivel mundial. A bote pronto un año en que compartían de un modo impreciso movimientos culturales y políticos de gran presencia estudiantil, sindical o políticos generalmente asamblearios, más o menos espontáneos. Movimientos que desencadenaban en encierros en universidades o fábricas, los más cercanos de oposición al franquismo, el Mayo francés, épocas de movimientos pacifistas, feministas, hippies, en resumen unos años después de las luchas de Campoamor y Beauvoir, entre otras grandes luchadoras de la igualdad, y aun respirando ese perfume casposo del heteropatriarcado, con un dictador moribundo, pero asesinando aun al que pensaba diferente. Fíjate de eso ha pasado ya medio siglo, y en algunas cosas no hemos cambiado, el Estado de banderita en la muñeca y odio casposo en la cabeza sigue encarcelando a personas en función de su ideología.
En fin, a lo que voy, que como muchos hombres de mi generación he intentado militar en la igualdad y en el feminismo, que dicho sea de paso no tiene nada que ver con el machismo, NO!!!!. Digo he intentado, porque a pesar de nuestra constante voluntad de aprender, admitir fallos, no excusarse cada vez, como dijo un genio de las ondas, aprender a mirarse cada mañana al espejo, a decir NO, y convencerse y convencer que en nuestro entorno más cercano se puede hacer un ambiente más solidario, igualitario, menos rancio. Mirar a las mujeres de igual a igual es un ejercicio siempre más rico, divertido y placentero que pensando en ser superior que ellas, así que aconsejo a los hombres que no lo han intentado o probado, pues eso, que lo prueben, les aseguro que en mi caso me hace sonreir más cada día, me ayuda a ser muchísimo más feliz, con errores, con defectos con pequeños tropezones sintácticos de la normalización de expresiones machistas (gràcies Andrea, un orgull apendre cada dia amb tú), a veces con tufo xenófobo, que aún tolera esta sociedad en pleno siglo XXI. Con las generaciones futuras hemos de seguir insistiendo en que crezcan en un entorno de igualdad, de libertad, de revolución, de ideas libres, donde la identidad sexual no dependa de la biología, de la convivencia y en aprender cada día de ellas y con ellas.
Hoy me siento vosotras, la sindicalista, la doctora, la ejecutiva, la diputada, la deportista, la alcaldesa, la madre, la maestra, la operaria y la supervisora, la hija, la abuela, la de izquierdas, la progresista y la que no lo es tanto, con todas y cada una de esas luchadoras me solidarizo, y con la huelga del 8 de marzo, no por qué sea anticapitalista, feminista, progresista, y otros -ista que se me ocurrirían, simplemente por qué creo en un mundo mejor, con y como ellas seguiré luchando por la igualdad, por sus derechos.
Homenajear desde estas líneas a todas esas mujeres en cuya historia se basa la nuestra. Su coraje y persistencia nos permitieron llegar hasta aquí.
#hoytambienparo #8març #vagafeminista

miércoles, marzo 07, 2018

Me gustan las mujeres, por eso hago huelga

No hace falta tirar de calendario para ver que apenas hace unos años, y a que afortunadamente la República de España, gracias al empecinamiento de una luchadora avanzada a su tiempo,Clara Campoamor, con la aprobación del sufragio femenino hizo que este país fuese uno de los mas adelantados democraticamente en derechos hacia la mujer, eso si, tras la Guerra Civil, con la dictadura de Franco, su papel  fue relegado al cuidado de los hijos y el hogar.
En periodo de transición, y con la izquierda de entonces en el poder, hubo dos leyes que contribuyeron a la liberación de la mujer: la despenalización del aborto (1985) y la ley del divorcio (1981). Ambas ayudaron a cambiar la mente de los españoles. La mujer era libre para decidir sobre si tener familia o no, y además podía dejar de depender de un hombre.
Pero aun hoy hay un claro vestigio de desigualdad que hemos de pelear para cambiar. No es un tema solo de lucha feminista, es un claro ejemplo que las sociedades venideras no han de caer en el retroceso sexista e incluso dejar a un lado los estereotipos para cambiar los roles. Necesitamos más gobernantes o gobernantas con el artículo "la" delante, más directivas en las empresas y consejos de administración.
Me gustan las mujeres que pelean, que reivindican y las que no lo hacen pero argumentan su silencio compartiendo la causa. Me gustan las que lloran y las que rien tambien, las que aman y las que se aman, las que dejaron de ordenar aquello que no desordenaba ellas...para ellas el futuro reflejo de mujeres y hombres del mañana.