miércoles, mayo 20, 2009

De un Ulises en Ítaca

Qué más puedo anhelar si el tiempo es un pájaro de alas cortas que vuela alto y fuerte. El soñar despierto, el protegerme de las pesadillas con mis duermevelas, el saberme arrullado por relámpagos y saber que después de la tempestad siempre amaina, imaginarme a la hechicera de cabellos ondulados, de insinuantes curvas de la que se dice indica el camino de navegantes, de mirada profunda con ojos transparentes donde la sobriedad de su raza fluye como notas pálidas de un guitarra, saberse única y diferente y ser responsable con su rol. Bajando el serpenteante camino hasta la franja del escarpado acantilado donde azota el mar con furia y con rabia, allá donde el mundo encuentra su confín, allí donde el aire agita sus cabellos desnudando su cuello...Y sentirme cual Ulises camino de Ítaca dubitativo de caer en las redes de las sirenas y atarme al mástil de mi buque, taponando a mis compañeros, tropa de rudos marineros, para que aunque fluya de mi garganta un descarnado grito, amenace yo con la muerta al que caso me haga y ose desatarme, y tengan a bien apretarme más aún las sogas contra la fría madera, aguas frías, ...borracho de trementina, embriagado por el cantar fresco de las sirenas me dejo llevar por el mensaje de la hechicera que desde el otro confín oceánico me pone en evidencia del peligro,...pero deseo oír su canto. Lloro, grito, desgarro mi garganta en el intento de soltarme, pero de mi, todos hacen caso omiso, siguen respetuosos mis órdenes, siento que se me escapa esa oportunidad de llegar al éxtasis de esas diosas y pagar el doloroso tributo de embriagarme de sus besos, de sus dulces caricias, de su aroma...ese impulso animal del deseo ferviente y pasional y me siento morir...
En mis duermevelas de pasajes homéricos recuerdo los cantos de sirena y a la hechicera...aún no sé si deseo que me desaten.

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